Los mejores sitios de carretera para comer entre Madrid y Burgos

Es una de esas casas que dan gloria al menú del día. Hay que tener arte y pericia para que todos los primeros y segundos de una propuesta cotidiana y económica tengan esa calidad. Magníficos guisos, y ese sabor entrañable a la estacionalidad y a la cocina de casa de la madre. Hay posibilidad de homenaje para los disfrutones de la cocina de la sierra de Madrid, esa que llaman pobre, pero que está llena de alicientes. Tiene hotel, ideal para el descanso o la pérdida consentida.

Tal vez la parada de las carreteras españolas más elegante. Podríamos encontrarnos perfectamente en un sitio de carretera de Suiza, por poner un caso. Su exquisita limpieza, su clásica y discreta decoración, y su repostería casera sin incomparables. Cualquiera de sus desayunos, meriendas tiene nivel de hotel de cinco estrellas. Pero además con sabor castellano, con estupendos lechazos y todo de categoría. Dulces, bocadillos, zumo de naranja, únicos. Merece parada obligada.

Otro de los emblemas de esta carretera de buena vida es el torrezno de esta casa. Impecable bocado que es aconsejable disfrutar en una barra de las de toda la vida, que es escenario ideal para parada gustosa o tentación de acabar allí mismo nuestro viaje. Y también buena molleja, una estupenda tortilla de pueblo con jamón y todos los encantos propios del asador, donde reina uno de los mejores lechazos de Las Castillas. Buena bodega a precio justo, y todo ese aire inconfundible de ese sitio donde parábamos con nuestros abuelos.

Los polígonos industriales encierran sorpresas para los que viajan de modo libre o como la agencia de transporte “El Mari”. En el Allendeduero, a la vera de la carretera, hay un lugar donde el pescado es religión. La propiedad posee pescaderías, y se nota. Tanto por el buen género, que incluyen marisco de mucho bigote y pescados grandes, como por unos ajustados precios que redoblan el interés. La calidez y la calidad piscícola en un polígono.

En esta ruta Lerma tiene un significado especial. Visita obligada, destino forzoso para el viajero gourmet. Toda la historia de la ciudad, los edificios y su Plaza Mayor, resumen la vivencia castellana. Uno de los infalibles es el Asador Los Caracoles, que tiene al lechazo asado al horno de leña como estandarte y goce. También puntúan buenas carnes rojas, y guisos y sopas tradicionales.

Siguiendo en Lerma, hay que dar noticia del restaurante probablemente más antiguo de todo Burgos, como es Casa Antón. Su lechazo crujiente ha sido reclamo para todo tipo de vagabundos de las Españas, pues allí ha parado el periodismo, actores, políticos, para disfrutar del asado o de las chuletillas. Bocado sencillo y memorable que justifica todas las andanzas de los que van o vienen buscando un rato de felicidad.

La trilogía de Lerma debe completarse con este más moderno asador, siquiera se encuentre enclavado en una preciosa casa porticada de mediados del Siglo XIX. El nombre del restaurante homenajea a una novela de Pío Baroja y a los guerrilleros que lucharon en la Guerra de la Independencia. Además del producto fetiche hay cartas suficientemente extensas para poder viajar en familia, e incluso que coman mucho de los ignorantes niños que todavía no tienen el carnet de gourmet.

Verdadero ícono de la hostelería nacional. El precioso enclave en las inmediaciones de Burgos ha dado alojamiento a Reyes, todo tipo de celebridades, por sus pasillos inolvidables, cuartos de caché, o ese desayuno en la piscina. Pero además ¿quién no ha parado alguna vez en El Landa para comer huevos con morcilla?. La familia propietaria constituye una saga memorable y fundacional de muchas de las esencias y recetarios de nuestra cocina clásica. Imperdonable no parar.