Carolina Inaraja, la promesa más joven de la D.O. Toro

Carolina Inaraja, la promesa más joven de la D.O. Toro

miércoles 01 de noviembre del 2023 | 20:08
B2C

Andrés Sánchez Magro

Quienes amamos el vino tenemos la suerte de vivir tiempos hermosos, en los que asistimos a una eclosión de nuevos proyectos y de otros más añejos pero que, a la sombra del poderío de las D.O. más conocidas, han emergido de la oscuridad que arroja el desconocimiento y nos obsequian con referencias únicas. Es particularmente agradable ver cómo territorios ligados históricamente al vino sacan pecho de su legado centenario y empiezan a dar el golpe en la mesa que hacía falta. A hacer ruido. A salirse de la zona de confort y a sorprender al personal. Dentro de esta nueva ola enológica tienen mucho que decir los jóvenes, que en gran medida están sabiendo dinamitar las rémoras del sector y acercándolo a los bebedores del futuro, que son los que estarán ahí cuando los que presumimos de nuestra sapiencia etílica estemos criando malvas. O si nos dan a elegir, vides.

Negocio masculino (como casi todos los sectores cuando han implicado negocio en nuestro país, no nos engañemos, hasta hace no tanto), ha sido un campo que ha propiciado que, desde muy pronto, aguerridas féminas dirigieran proyectos potentes. Se me viene a la cabeza la inefable Pilar Plá, propietaria de la bodega El Maestro Sierra, que, siendo una viuda joven, supo luchar con uñas y dientes y continuar con su empresa. Hoy en día hay muchas, cada día más. Y una de ellas, de la que hoy hablamos, es la bodeguera más joven de la D.O. Toro. Ella es Carolina Inaraja, una mujer joven, la primera de su familia en apostar por el mundo del vino, y que ha convertido una gran parte de la explotación familiar en una interesantísima bodega con una visión muy amplia, capaz de seducir a los aficionados más clásicos y de encandilar a los llamados winelovers. Y es, por cierto, pionera en la elaboración de verdejo en la comarca.

Ella encabeza Monte la Reina, una empresa donde tradición y modernidad van de la mano para ofrecer la mejor versión de la uva autóctona tinta de toro. Con una trayectoria de casi veinte años (el padre de Inaraja cultivaba la uva para venderla, pero la bodega como tal nació más tarde), Monte la Reina es una empresa transgresora y vanguardista y, sobre todo, profundamente personal. Carolina Inaraja forma parte de todos los procesos de creación del vino, bien apoyada por el enólogo José Nuño. A sus pies, una extensión de 1.400 hectáreas donde la uva es la reina, aunque alberga otros proyectos, como un hotel boutique o un espacio para eventos con enfoque culinario.

El nacimiento de Monte la Reina fue, en gran medida, una muestra de amor paternal. Inaraja padre es el poseedor de la finca agrícola más extensa de Castilla y León, y desde siempre cultivaba uva que vendía a las cooperativas de la zona. En 2004, vio que una bodega podría ser un negocio próspero para sus hijos, y Carolina, la más pequeña, se metió de lleno en él. Inaraja empezó a trabajar en la bodega en 2010, pero no fue hasta 2012 cuando tomó las riendas como directora. Hasta entonces, y como se hace en las familias con buena cabeza, se dedicó a conocer los distintos estratos de la empresa: desde la árida contabilidad hasta los aspectos comerciales y, claro está, la gestación del vino. Licenciada en Administración y Dirección de Empresas e Investigación en Técnicas de Mercado, también cuenta con el nivel 3 de Wine & Spirit Education Trust, y además de experta en Gestión de Empresas Vitivinícolas por la Cámara de Comercio de Valladolid.

El vino es su vida y su camino. «El vino es más que un alimento, es un producto que traspasa fronteras para estar siempre en los mejores momentos de la vida de las personas. El vino genera sensaciones, despierta sentimientos. Te enseña los valores de una tierra, te traslada a un país, te deja saborear un clima. Es el tema de muchas conversaciones. Llena fotos y suscita seguidores. Se mimetiza con las modas, pero nunca pierde su tradición», asevera la bodeguera.

El proyecto nació con ambición. La bodega ocupa un vanguardista edificio diseñado por Jesús Juárez, que se asemeja a una cámara de fotos, que hace un guiño a las soberbias vistas que tiene delante. Semienterrada en la colina, el edificio garantiza una temperatura adecuada dentro de las diferentes naves. Repartidas entre la finca Monte la Reina y la finca Villaester de Arriba, las 300 hectáreas de viñedo propio son el alma de los vinos de Bodegas Monte la Reina. De ellas, 200 hectáreas están destinadas a la uva de la zona, la tinta de toro, clon de la tempranillo, y 100 hectáreas de uva verdejo. Carolina posee también una pequeña parcela de chardonnay, de cinco hectáreas, que dedica a la elaboración de su espumoso. Y aún sobra espacio para albergar algunos de los viñedos más antiguos de España, pues tienen más de 100 años. En Toro, la filoxera hizo menos pupa que en otros territorios por el tipo de suelo, ya que, al ser muy arenoso, el insecto no conseguía avanzar. Esas supervivientes son las que alimentan los vinos de alta gama de la bodega.

El clima cincela el espíritu de los vinos de Carolina. Los fríos inviernos y los veranos calurosos, la altitud (que ronda los 750 metros) y los fuertes cambios de temperatura entre el día y la noche aportan las condiciones necesarias para que las uvas tengan aroma y ofrezcan un gran equilibrio. La finca, de gran belleza, está en plena vega del Duero y es zona de paso hacia el Parque Nacional de las Lagunas de Villafáfila. Las referencias de Monte la Reina son muchas y muy variadas: desde vinos de la D.O. Toro con premios internacionales, como su reserva Inaraja, hasta otros más enfocados a públicos más jóvenes, con sangrías y tintos de verano desenfadados bajo la marca Carolina. Son, no obstante, los que se acogen a la D.O. Toro los que otorgan un carácter único a la que es una de las bodegas más particulares de este enclave gracias, fundamentalmente, a las vides de las que proceden. Sus seis tintos y dos blancos están teniendo una gran acogida en el mercado nacional e internacional y son un fiel reflejo del terroir de la zona.

De los primeros, los tintos, Joven, Roble, Crianza, Cuvée Privée, Vendimia Seleccionada e Inaraja —buque insignia de la casa— son los monovarietales de tinta de toro de la casa de Carolina. Con una crianza en barrica de roble francés que varía de los seis a los 16 meses (salvo el joven, que no tiene ninguna), son vinos intensos en aroma y color, que se adaptan tanto a los diferentes gustos como a diversas opciones gastronómicas. Los blancos, ambos verdejos, pertenecen a la D.O. Toro. El primero, Verdejo, es fresco y sabroso, armónico, con muchas notas de fruta. La otra etiqueta, Verdejo fermentado en barrica, es la joya de estos vinos de Monte la Reina, pues cuenta con un reposo de cinco a siete meses en barrica de roble francés y duerme ocho años en botella para ofrecer una gran expresividad en boca. Y todo, siempre, bajo la mirada atenta de Carolina, custodia del amor, con mayúsculas, por el vino.

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